Hoy miércoles 20 de mayo es una fecha especial para el Grupo Parroquial de culto de la Santa Cruz, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María Santísima de la Encarnación, que tiene su sede canónica en la Iglesia de San Eufrasio, se cumplen 4 años de la bendición de la Virgen de la Encarnación, obra de la escultora gaditana Ana Rey.
Para celebrar tan importante efeméride el Grupo Parroquial ha elaborado este texto dedicado a María Santísima de la Encarnación, cargado de sentimiento y amor.
"QUISO DIOS NO HACERLA DE NADIE, Y A LA VEZ, HACERLA MUY NUESTRA..."
Quiso Dios que fuéramos partícipes de una mirada lejana, llena de amor
por un Hijo que sentencian a muerte. Quiso Dios darnos una nueva Madre
jiennense, quiso abrirnos el corazón a la más dulce de nuestras súplicas
y cumplir hasta la última de nuestras oraciones. Quiso Dios
acariciarnos con terciopelo burdeos y arroparnos con su manto, bordado
con manos nacidas para ese único fin. Quiso endulzar nuestra vida con
una mirada cálida, materna, cercana. Una mirada que acaricia nuestra
alma dejándola conmovida y esperanzada.
Cuando creíamos que no
nos podía sorprender nada, que nuestras almas andaban perdidas en la
búsqueda de algo que nos hiciera creer. Cuando creíamos que no cogía más
amor del que ya teníamos en cada uno de nuestros corazones y el miedo a
abrirlos emergía como lágrimas al imaginarte. En el momento en el que
creíamos que no había belleza que superara la que ya conocíamos, que no
había fe que pudiera crecer dentro de nuestra lucha incansable. En el
instante en el que creíamos que no había mirada que pudiera iluminar
nuestra penumbra, que no existían las suficientes razones para soñarte.
En ese mismo momento, un pequeño ángel quiso poner en las manos de una
joven escultora la inspiración y el sentimiento que dieron forma a la
más bella de las Madres. Un sentimiento que emergía desde el cielo, de
una pequeña luz que nos alumbra, como lo hace el cirio del penitente
que, con paso cansado, recorre adoquines y frías calles jiennenses. Ese
pequeño ángel nos quiso traer la mirada que ahora queremos encontrar,
que se encuentra ausente y nosotros, inocentes, intentamos hallar cada
vez que nos reencontramos con Ella. Quiso Dios que ese ángel quedará
reflejado en la mirada de una Madre, en el brillo de las lágrimas que
recorren sus perfectas mejillas. Quiso Dios ausentar esa mirada para no
hacerla de nadie, para recoger el misterio que sus ojos tienen. Quiso
Dios no hacerla de nadie, y a la vez, hacerla muy nuestra.
Con el
corazón encogido, la recibimos vestida de blanca paloma, sencilla,
Madre. Adentrándose, haciéndose hueco en lo más profundo de nuestro
interior y enamorándonos con esa dulce, pero dolorida, expresión que no
podíamos dejar de mirar. Así nos recibía nuestra Madre, con una
expresión de Esperanza que nos cautivaba a todo aquel que se entregaba a
ella.
Encarnación llena de Esperanza, que se hace jiennense
para convertirse en oración de inocentes almas que buscan fe en el
desconcierto, amor en el odio, calor en las frías madrugadas. Búsqueda
incansable de sus ojos, de su aliento, de su perfecta silueta que
dibujada en el claroscuro de nuestra alma. Encarnación llena de gracia,
en perfecta sincronía con melodía divina para nuestros oídos. Madre
hecha Esperanza, Madre humana.
Porque quiso Dios no hacerla de nadie, y a la vez, hacerla muy nuestra.